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Foto del escritorMaialen Larrinaga

Amaia Vidal: “Como mujer debes tener un título, no valía con ser yo”

Actualizado: 12 dic 2020


Amaia Vidal, bióloga y profesora, se define como una persona con muchas ganas de vivir experiencias diferentes. Aun siendo voluntaria desde los 16 años como animadora en un centro juvenil, le sabía a poco. Por ello, el verano de 2019 decidió emprender uno de los viajes que marcarían el resto de su vida.



¿Sintió que su voluntariado era insuficiente?

Me apetecía llevarlo más allá y probar el voluntariado internacional. Quise hacerlo con Salesianos porque me gustan sus valores y allí necesitaría sentirme arropada por la organización.


¿Recibió formación previa?

El año anterior recibes formación en ámbitos como salud, tema judicial, voluntariado, etc. Tuve entrevistas con los coordinadores, para ver dónde encajaría mejor mi perfil.


¿Fue sola?

No, con un amigo. Es una experiencia emocionalmente dura, y te dan bajones más fáciles de comprender por alguien que está en tu misma situación.


¿Le asustó el destino?

Me emocionó ir a la Amazonía, lo vi como una oportunidad increíble de conocerlo. Me asusté una vez allí, al ver lo que era vivir en la selva.


¿Qué era lo que más le asustaba?

Todo el tema de enfermedades o infecciones. El hospital más cercano a nuestro pueblo estaba a dos días de viaje, por lo que tuve que obligarme a no hacer cosas como jugar con perros, monos... no quería arriesgarme a coger cualquier infección y no llegar al hospital o llegar grave.


¿Vivió situaciones machistas?

Como mujer debes tener un título (estar casada o ser de la Iglesia), no valía con ser yo. Iba más segura por la calle si iba con algún compañero.


¿Convivía con ellos/as?

Vivíamos en la residencia de los salesianos. Teníamos cama y baño. Ellos vivían en cabañas. Nos planteábamos esto, pero al final no nos movimos. Suena egoísta, pero los días eran duros y nos reconfortaba dormir en una cama.


¿En qué consistió su voluntariado?

Acompañar a los jóvenes con animación. Una vez allí, también nos pidieron dar formación de monitores a aquellos más mayores que quisieran serlo.


¿Tuvo que improvisar en alguna ocasión?

El voluntariado nunca es solo a lo que vas, echas una mano en lo que haga falta. Recuerdo estar varias mañanas instalando paneles solares para que hubiera luz todos los días de la semana.

¿Qué es lo que más le costó una vez allí?

Entender y tener que formar parte de cosas que no iban conmigo en cuanto a principios. No podemos europeizar el lugar, nuestras ideas no deben ser las mejores, solo otras ideas. Podemos proponer, pero nunca imponer.


¿Y lo que más le sorprendió?

El concepto de pertenencia a sus tribus. Los adolescentes ni se preocupan por cultivar su propia personalidad. Se sienten una moneda de cambio de sus padres, deben ser dignos sucesores y defender sus tradiciones llegando a existir conflictos entre ellas.


¿Y lo más duro?

Estuve días queriendo preguntar por el aborto y los derechos de las mujeres. Un día saqué el tema y la respuesta de la chica fue inmediata: “No se puede abortar, es pecado”. Aseguró que se hacía a pesar de todo, “pero es muy peligroso hacerlo así para el bebé”, dijo ella. Pregunté: “¿Y para la mujer no?”. No respondió.


¿Repetiría la experiencia?

Sí, y con la misma organización (Jóvenes y Desarrollo). África me llama mucho la atención, tal vez sea mi próximo destino.



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